Pequeña relación histórica de Portovelo
«A orillas del Rìo Amarillo, recostado estàs Portovelito…»
-Del Sanjuanito «Portovelito», compuesto por el mùsico portovelense, Josè Luis Coronel.
Portovelo asume este nombre desde que se levantó en estos territorios, el Campamento Minero de la compañía norteamericana, South American Development Company -SADCo., en 1896.
Hay la presunción de que mucho antes de la llegada de los gringos, toda la comarca llevaba el nombre de Curipamba, un quichuismo que, traducido al español, quiere decir “pampa” o “Llanura de oro”, pero no se ha descubierto pista alguna que indique que así fue. Sin embargo, una de las minas históricas de Portovelo lleva aún el nombre de Curipamba.
Lo único que se ha podido comprobar es que Portovelo fue el nombre de una veta aurífera riquísima, registrada por escrito -y por primera vez en un documento- en 1811, por el “perito práctico” español, José Baltazar Vélez y Ramírez; quien visitó estas tierras por encargo del Rey de España, para que informara del estado de las minas de la Villa de Zaruma.
El enviado del Rey, en efecto y como parte de su informe al monarca, elaboró un mapa de la Villa, en el que consta el nombre y el dibujo del recorrido de la “veta Portovelo”, desde que esta nace, al pie de la Villa; hasta su fin, en la orilla del Río Amarillo; es decir sobre el actual territorio donde se levanta, Portovelo.
En este mapa –que hoy es parte del fondo documental del Archivo de Indias de Sevilla-España-, el enviado del Rey también ubica el territorio y los nombres de las minas El Tablón y San José, en los mismos lugares donde hoy se levantan -con iguales denominaciones-, dos barrios históricos de la ciudad -aunque hoy El Tablón ya no se denomine así, sino Lourdes.
En 1896 – 85 años después de este mapeo- la compañía minera norteamericana, South American Development Company SADCo., inició el levantamiento de su Campamento sobre el suelo árido y despoblado de la “veta Portovelo”, el apelativo de Campamento Minero de Portovelo, fue tácito.
Y así siguió y sigue denominándose hasta el cierre definitivo de sus actividades, en 1952.
El Campamento Minero de Portovelo fue, para la época, un novedoso e impresionante complejo minero-industrial, único en el Ecuador.
El historiador portovelense, Rodrigo Murillo Carrión, en su libro “Zaruma. Historia Minera. Identidad en Portovelo”, cita un documento en el que se establece que:
“… la South American Development Company ha desarrollado una mina que ha producido unos 10 millones de dólares. La compañía construyó una planta que se compara favorablemente en vista y eficiencia con cualesquiera de su tamaño en el mundo”.
Portovelo acoge hoy este rico legado histórico del Campamento Minero que el Estado lo declaró en el 2004, como Patrimonio Cultural del Ecuador.
Cerrada esta etapa que algunos consideran como la “edad de oro de Portovelo”, la comunidad decide parroquializar el Campamento y, tras una lucha que consiguió unir y movilizar a hombres y mujeres, por igual, logró este objetivo, en 1968.
Un sanjuanito, compuesto por el músico José Luis Coronel, se hizo muy popular esos días. Una parte de su letra decía “… y aunque pueblos ingratos no quieran / grande y fuerte a de ser tu vivir”; pero la gente le cambió la letra y coreaba al final: “Portovelo parroquia será”.
Con esta nueva designación – y consignado el mote de “parroquianos” que llevábamos sin molestarnos por ello-, Portovelo se adecuó a una nueva realidad jurídica que le proporcionó autonomía política-administrativa y algo de recursos, pero sobre todo le abrió una ventana para pensar en la cantonización.
La quiebra, en 1978, de la Compañía Industrial Minera Asociada- CIMA, la empresa que asumió los activos y pasivos de la South American Development Company-SADCo, fue el detonante que generó una nueva, fuerte y exitosa movilización comunitaria para conseguir la cantonización de la Parroquia, el 5 de Agosto de 1980.
Portovelo es una de las pocas ciudades del Ecuador que tiene en posesiòn, un precioso “Álbum de Fotos” con el que legitimar y documentar su historia minero-industrial desde principios del Siglo XX -cuando comenzò a levantarse el Campamento-, gracias al aporte de fotògrafos viajeros y locales -unos profesionales y otros no tanto- varias de cuyas esplèndidas imàgenes aparecen en este compendio editorial, publicado con el generoso auspicio de la Familia Alvarado:Sigcho, en un amoroso homenaje a su “Lugar Natal”.